jueves, 23 de noviembre de 2023

Psicoticismo y Desórdenes del Pensamiento: Un Paralelismo en la Educación Postmoderna







El concepto del psicoticismo, identificado como uno de los trastornos de personalidad por rasgos, se ha asociado, en puntuaciones psicométricas elevadas, a una mayor vulnerabilidad de presentar síntomas psicóticos (Meliante et al. 2021), o apofénicos, caracterizados por distorsiones en las percepciones y delirios.

De acuerdo con DeYoung & Krueger (2018a): “Estudios realizados tanto en muestras saludables como clínicas han demostrado que la tendencia general hacia la apofenia, incluyendo experiencias perceptuales inusuales e ideación mágica, está positivamente asociada con el aspecto de Apertura de la dimensión Apertura/Intelecto, pero al menos débilmente negativamente relacionada con el aspecto Intelecto.”

A un nivel psicológico más general, los factores de la personalidad –neuroticismo, transigencia, extroversión, apertura a la experiencia y escrupulosidad– pueden ser considerados el núcleo de la vida psicológica, reflejando la mayoría de las conductas humanas. Los modelos taxonómicos de la psicopatología, como los cinco dominios de los rasgos de los trastornos de la personalidad donde se incluye el psicoticismo, o la jerarquía basada en evidencia del modelo HiTOP, se alinean estrechamente con estos factores fundamentales. Según la teoría cibernética de los cinco grandes, el psicoticismo se asocia particularmente con la dimensión de la apertura a la experiencia en niveles altos en su aspecto de la apertura, pero contrasta con bajos niveles en el aspecto del intelecto (DeYoung & Krueger, 2018b).

En el ámbito educativo, también observamos una disfunción preocupante dentro de la dinámica enseñanza-aprendizaje. Esta problemática se hace evidente en el papel del profesorado y de las instituciones educativas, donde idealmente se debería priorizar una transmisión de conocimientos basados en un programa equilibrado y fundamentado en el rigor científico y empírico. No obstante, ciertas corrientes de pensamiento postmoderno, como las de Foucault y las que dan origen a la ideología de género presentan fenómenos seudocientíficos sin una base empírica sólida, como el del supuesto espectro del sexo que contrasta con el binario del consenso biológico, o como el que señala Stolcke (como se citó en Altamiranda, 2022): “’la biología no es destino’ sino que las diferencias sexuales son siempre elaboradas simbólicamente de manera que concepciones acerca de lo que es ser ‘hombre’ y ‘mujer’ en una cultura están cargadas de significados que trascienden los puros ‘hechos’ de la biología humana”, que en el empeño de evadir la realidad psicológica y biológica sexual individual, por la vía simbólica cultural, hace una conclusión mágica, –ya que por ejemplo, el hecho de que sea posible modificar incluso algunos rasgos genéticos psicológicos, hasta cierto punto, o simbólicamente adoptar roles del género opuesto, no hace que tu realidad total se evite, hay cierto grado de determinación, i.e. un padre podrá darle consejos a su hija de sexo llegada la edad (cuando esto usualmente es por parte de la madre), pero no podrá amamantarla. En ese sentido por más que sea deseado no cambiará, hay destino–. Estas nociones más basadas en la ideación mágica, aunque populares, pueden contribuir a un desequilibrio en el proceso educativo, especialmente en lo que concierne a la calidad y objetividad de la enseñanza.  Esta situación, desde una perspectiva de diagnóstico a nivel de la psicología educativa, podría clasificarse como de "esquizofrenia educativa" donde la deconstrucción de la que parten algunas de estas corrientes terminan en una fragmentación de los conceptos a transmitir, encapsulando una grave deficiencia y crisis en el sector, reflejando una disminución en la calidad de la educación impartida. Este problema puede considerarse como un concepto isomórfico en comparación con niveles de gravedad psicopatológicos, mostrando paralelismos en cómo se manifiestan las disfunciones en ambas áreas. Este fenómeno tiene base en los perfiles psicométricos según como a nivel individual se personifica el rol de profesor, a partir de la psicodemografía de las instituciones, donde la enseñanza se vuelve más delirante y alucinógena en la apertura para sus aprendices, sin una tierra que la sustente en el aspecto del intelecto.

Este análisis sugiere la necesidad de reconsiderar cómo se equilibran la imaginación, la innovación y el rigor científico en el sistema dinámico de la enseñanza-aprendizaje. La reflexión crítica sobre la naturaleza de lo que se enseña y aprende en las instituciones educativas se vuelve crucial, especialmente en lo que respecta a la calidad y la base teórica de los conocimientos transmitidos por el profesorado.



Altamiranda, S. J. M. (2022). El género no binario como manera deconstruida de interpretar el mundo. Revista Disertaciones, 11(2), 67-85.

DeYoung, C. G., & Krueger, R. F. (2018). A cybernetic theory of psychopathology. Psychological Inquiry, 29(3), 117-138.

Meliante, M., Rossi, C., Malvini, L., Niccoli, C., Oasi, O., Barbera, S., & Percudani, M. (2021). The relationship between PID-5 personality traits and mental states. A study on a group of young adults at risk of psychotic onset. Medicina, 57(1), 33.

domingo, 19 de noviembre de 2023

PARTE I. Adaptaciones Sensoriomotoras Elementales

 

La inteligencia no parece, en absoluto, derivarse de inmediato del desarrollo mental, como un mecanismo superior y radicalmente distinto de los que le han precedido. La inteligencia, por el contrario, presenta una notable continuidad con los procesos adquiridos o incluso innatos en los que depende y, al mismo tiempo, se vale de ellos. Por lo tanto, es apropiado, antes de analizar la inteligencia como tal, averiguar cómo la formación de hábitos e incluso el ejercicio del reflejo preparan su aparición. Esto es lo que vamos a hacer en la primera parte, dedicando un capítulo al reflejo y a las cuestiones psicológicas que plantea, y un segundo capítulo a las diversas asociaciones adquiridas o hábitos elementales.

**CAPÍTULO UNO**

**LA PRIMERA ETAPA:**

**El Uso de los Reflejos**

 

Si, para analizar los primeros actos mentales, nos referimos a las reacciones orgánicas hereditarias, debemos estudiarlas no por sí mismas, sino simplemente para que podamos describir en su totalidad la manera en que afectan el comportamiento del individuo. Por lo tanto, deberíamos comenzar intentando diferenciar entre el problema psicológico de los reflejos y el problema estrictamente biológico.

 

Desde el punto de vista biológico, el comportamiento observable durante las primeras semanas de vida es muy complicado. Al principio, existen tipos muy diferentes de reflejos que involucran la médula, el bulbo, las comisuras ópticas, el ectodermo mismo; además, de un reflejo a un instinto, solo hay una diferencia de grado. Junto a los reflejos del sistema nervioso central, se encuentran los del sistema nervioso autónomo y todas las reacciones debidas a la sensibilidad "protopática". Existe, sobre todo, todo el grupo de reflejos posturales cuya importancia en los inicios de la evolución de la mente ha sido demostrada por H. Wallon. Es difícil concebir la organización de los mecanismos anteriores sin darle a los procesos endocrinos su merecido reconocimiento, como indican tantas reacciones aprendidas o espontáneas.

 

La psicología fisiológica se enfrenta en la actualidad a una serie de problemas que consisten en determinar los efectos en el comportamiento del individuo de cada uno de estos mecanismos separados. H. Wallon analiza una de las preguntas más importantes en su excelente libro sobre el niño perturbado ("L'Enfant turbulent"): "¿Existe una etapa emocional, o una etapa de reacciones posturales y extrapiramidales antes de la etapa sensoriomotora o cortical?" Nada revela mejor la complejidad del comportamiento elemental y la necesidad de diferenciar entre las etapas sucesivas de los sistemas fisiológicos concurrentes que Wallon estudia detenidamente en su obra, en la que una gran cantidad de material patológico siempre respalda su análisis.

 

A pesar de las conclusiones fascinantes alcanzadas de esta manera, nos parece difícil en el presente ir más allá de una descripción general cuando se trata de comprender la continuidad entre el comportamiento más temprano del lactante y el futuro comportamiento intelectual. Es por eso que, aunque estamos completamente en sintonía con el intento de Wallon de identificar los mecanismos psíquicos con los de la vida misma, creemos que debemos limitarnos a enfatizar la identidad funcional, desde el punto de vista del comportamiento externo simple.

 

En este sentido, el problema que surge en relación con las reacciones en las primeras semanas es simplemente este: ¿cómo preparan los reflejos sensoriomotores, posturales y otras reacciones inherentes al equipamiento hereditario del recién nacido a adaptarse a su entorno externo y a adquirir un comportamiento posterior distinguido por el uso progresivo de la experiencia?

 

El problema psicológico comienza a plantearse tan pronto como los reflejos, las posturas, etc., ya no se consideran en relación con el mecanismo interno del organismo vivo, sino más bien en sus relaciones con el entorno externo tal como está sujeto a la actividad del individuo. Examinemos, desde este punto de vista, las diversas reacciones fundamentales en las primeras semanas: reflejos de succión y agarre, llanto y vocalización, movimientos y posiciones de los brazos, la cabeza o el tronco, etc.

 

Lo que llama la atención es que tales actividades, desde el inicio de su funcionamiento más primitivo, cada una por sí misma y algunas en relación con otras, dan lugar a una sistematización que supera su automatización. Casi desde el nacimiento, por lo tanto, existe un "comportamiento" en el sentido de la reacción total del individuo y no solo una puesta en marcha de automatizaciones particulares o locales interconectadas solo desde dentro. En otras palabras, las manifestaciones secuenciales de un reflejo como la succión no son comparables con el inicio periódico de un motor utilizado intermitentemente, sino que constituyen un desarrollo histórico de tal manera que cada episodio depende de los episodios precedentes y condiciona a los que le siguen en una evolución verdaderamente orgánica. De hecho, cualquiera que sea el mecanismo intensivo de este proceso histórico, uno puede seguir los cambios desde el exterior y describir las cosas como si cada reacción particular determinara a las demás sin intermediarios. Esto abarca la reacción total, es decir, el comienzo de la psicología.

 

 

 

REFLEJOS DE SUCCIÓN. Tomemos como ejemplo los reflejos de succión o el acto instintivo de succionar; estos reflejos son complicados, involucran un gran número de fibras aferentes de los nervios trigémino y glosofaríngeo, así como las fibras eferentes de los nervios facial, hipogloso y masetero, todos los cuales tienen como centro la médula espinal.

 

Primero, aquí hay algunos hechos:

Observación 1: Desde el nacimiento se pueden observar movimientos similares a la succión: movimientos impulsivos y protrusión de los labios acompañados de desplazamientos de la lengua, mientras que los brazos se dedican a gestos desordenados y más o menos rítmicos, y la cabeza se mueve lateralmente, etc. Tan pronto como las manos rozan los labios, se desencadena el reflejo de succión. El niño succiona sus dedos por un momento, pero, por supuesto, no sabe cómo mantenerlos en la boca ni perseguirlos con los labios. Lucienne y Laurent, un cuarto de hora y media hora después del nacimiento, respectivamente, ya habían chupado sus manos de esta manera: Lucienne, cuya mano había sido inmovilizada debido a su posición, chupó sus dedos durante más de diez minutos. Algunas horas después del nacimiento, el primer sorbo de calostro. Se sabe cuánto difieren los niños entre sí en cuanto a la adaptación a esta primera comida. Para algunos niños, como Lucienne y Laurent, el contacto de los labios y probablemente de la lengua con el pezón es suficiente para producir succión y deglución. Otros niños, como Jacqueline, tienen una coordinación más lenta: el niño suelta el pecho en cualquier momento sin volver a tomarlo por sí mismo o aplicarse a él tan vigorosamente cuando el pezón se vuelve a colocar en su boca. Finalmente, hay algunos niños que necesitan ser forzados de verdad: sosteniendo su cabeza, colocando el pezón entre los labios y en contacto con la lengua, etc.

 

Observación 2: Al día siguiente del nacimiento, Laurent agarró el pezón con los labios sin necesidad de tenerlo en la boca. Inmediatamente busca el pecho cuando se le escapa como resultado de algún movimiento. Durante el segundo día, también Laurent vuelve a realizar movimientos similares a la succión entre comidas mientras repite los movimientos impulsivos del primer día: sus labios se abren y se cierran como si estuvieran recibiendo un verdadero sorbo de pezón, pero sin tener un objeto. Este comportamiento se volvió más frecuente posteriormente y no lo abordaremos nuevamente. El mismo día se puede observar el comienzo de una especie de búsqueda refleja en Laurent, que se desarrollará en los días siguientes y que probablemente constituye el equivalente funcional de las tentativas características de las etapas posteriores (adquisición de hábitos e inteligencia empírica). Laurent está acostado boca arriba con la boca abierta, los labios y la lengua se mueven ligeramente imitando el mecanismo de succión, y su cabeza se mueve de izquierda a derecha y viceversa, como si estuviera buscando un objeto. Estos gestos son silenciosos o interrumpidos por gruñidos con una expresión de impaciencia y hambre.

 

Observación 3: El tercer día, Laurent avanza en su adaptación al pecho. Todo lo que necesita para buscar con la boca abierta hacia el éxito final es haber tocado el pecho o los tegumentos circundantes con sus labios. Pero busca en el lado incorrecto, así como en el lado correcto, es decir, el lado donde se ha producido el contacto.

 

Observación 4: Laurent, a las 0:0 (9), está acostado en la cama y busca chupar, moviendo la cabeza a la izquierda y a la derecha. Varias veces se frota los labios con la mano que inmediatamente chupa. Golpea contra una colcha y una manta de lana; cada vez chupa el objeto solo para soltarlo después de un momento y comienza a llorar de nuevo. Cuando chupa su mano, no se aleja de ella como parece hacerlo con las prendas de lana, pero la mano misma escapa debido a la falta de coordinación; entonces inmediatamente vuelve a buscar.

 

Observación 5: Tan pronto como su mejilla entra en contacto con el pecho, Laurent a las 0:0 (12) se dedica a buscar hasta encontrar la bebida. Su búsqueda toma como referencia inmediatamente el lado correcto, es decir, el lado donde experimentó el contacto. A las 0:0 (20), muerde el pecho que se le ofrece, a unos 5 cm del pezón. Por un momento chupa la piel y luego la suelta para mover su boca aproximadamente 2 cm. Tan pronto como comienza a chupar nuevamente, se detiene. En uno de sus intentos, toca el pezón con el exterior de sus labios y no lo reconoce. Pero cuando su búsqueda posteriormente lo lleva a tocar accidentalmente el pezón con la mucosa del labio superior (con la boca bien abierta), ajusta inmediatamente sus labios y comienza a chupar.

El mismo día, mismo experimento: después de haber chupado la piel durante varios segundos, se retira y comienza a llorar. Luego comienza de nuevo, se retira nuevamente, pero sin llorar, y lo toma de nuevo a 1 cm de distancia; continúa así hasta que descubre el pezón.

Observación 6: Ese mismo día, le ofrezco mi dedo índice doblado a Laurent, quien llora de hambre (pero de forma intermitente y sin violencia). Inmediatamente lo chupa pero lo rechaza después de unos segundos y comienza a llorar. Segundo intento: misma reacción. Tercer intento: lo chupa, esta vez durante mucho tiempo y a fondo, y soy yo quien lo retira después de unos minutos.

 

Observación 7: Laurent, a las 0:0 (21), está acostado de lado derecho, con los brazos pegados al cuerpo, las manos entrelazadas, y chupa su dedo pulgar derecho durante mucho tiempo mientras permanece completamente inmóvil. La enfermera hizo la misma observación el día anterior. Le quito la mano derecha y de inmediato comienza a buscarla, moviendo la cabeza de izquierda a derecha. Dado que sus manos permanecen inmóviles debido a su posición, Laurent encuentra su dedo pulgar después de tres intentos: comienza la succión prolongada cada vez. Pero, una vez que lo han colocado boca arriba, no sabe cómo coordinar el movimiento de los brazos con el de la boca y sus manos se retiran incluso cuando sus labios las están buscando. A las 0:0 (24), cuando Laurent chupa su dedo pulgar, permanece completamente inmóvil (como si tuviera un sorbo de pezón: succión completa, jadeos, etc.). Cuando su mano sola roza su boca, no hay coordinación.

Observación 8: A las 0:0 (21): Varias veces coloco la parte posterior de mi dedo índice en sus mejillas. Cada vez se gira hacia el lado correcto mientras abre la boca. Las mismas reacciones con el pezón. Luego repito los mismos experimentos que los de la observación 5. A las 0:0 (21), Laurent comienza chupando los tegumentos con los que entra en contacto. Los abandona después de un momento pero busca con la boca abierta, mientras casi frota la piel con sus labios. Agarra el pezón tan pronto como roza con él la mucosa de su labio inferior. Esa noche, el mismo experimento, pero realizado durante una lactancia que ha sido interrumpida para este propósito. Laurent ya está medio dormido; sus brazos cuelgan y sus manos están abiertas (al principio de la comida, sus brazos están doblados contra su pecho y sus manos están entrelazadas). Su boca está colocada contra la piel del pecho a unos 5 cm. del pezón. Chupa de inmediato sin abrir los ojos, pero, después de unos momentos, el fracaso lo despierta. Abre mucho los ojos, sus brazos se flexionan nuevamente y chupa rápidamente. Luego se rinde, para buscar un poco más lejos, en el lado izquierdo que, por casualidad, resulta ser el lado correcto. Nuevamente, no encuentra nada, continúa cambiando de lugar en el lado izquierdo, pero el movimiento rotativo que así da a su cabeza hace que suelte el pecho y se desvíe. En el transcurso de este movimiento tangencial, choca contra el pezón con la comisura izquierda de sus labios y todo lo que sucede parece indicar que lo reconoce de inmediato. En lugar de buscar al azar, solo busca en las inmediaciones del pezón. Pero, dado que los movimientos laterales de su cabeza hacen que describa una curva tangencial opuesta y no paralela a la curva del pecho, oscila en el espacio guiado solo por contactos ligeros y fortuitos con el pecho. Toma poco tiempo para que estos intentos cada vez más localizados tengan éxito. Esta última fase de búsqueda ha sido notable por la rapidez con la que cada aproximación a ella ha sido seguida por un intento de inserción del pezón, mientras los labios se abren y cierran con la máxima fuerza; y también notable por el ajuste progresivo de los movimientos tangenciales alrededor de los puntos de contacto.

Observación 9: A las 0:0 (23), un nuevo experimento. Laurent está a 10 cm. del pecho, buscándolo a la izquierda y a la derecha. Mientras busca a la izquierda, el pezón toca su mejilla derecha. Inmediatamente se gira y busca a la derecha. Luego lo alejan 5 cm. Continúa buscando en el lado correcto. Se le acerca tan pronto como agarra la piel; busca y encuentra el pezón. El mismo experimento y el mismo resultado esa noche. Pero, después de varios sorbos, lo retiran. Permanece orientado hacia el lado correcto. A las 0:0 (24), durante los mismos experimentos, Laurent parece mucho más rápido. Para localizar su búsqueda, basta con que el pezón sea rozado por el exterior de sus labios y ya no solo por la mucosa. Además, tan pronto como ha notado el pezón, los movimientos laterales de su cabeza se vuelven más rápidos y precisos (menos extensos). Finalmente, parece que a partir de ahora es capaz no solo de movimientos laterales sino también de levantar la cabeza cuando su labio superior toca el pezón.

Observación 9: A las 0:0 (22), Laurent es despertado una hora después de su comida y llora débilmente e intermitentemente. Coloco su mano derecha junto a su boca pero la retiro antes de que comience a chupar. Luego, siete veces seguidas, hace una imitación completa de la succión, abriendo y cerrando la boca, moviendo la lengua, etc.

**Observación 10:** Aquí hay dos hechos que revelan las diferencias en la adaptación según si la necesidad de alimentación es fuerte o débil. A las 0:0 (25), Laurent está acostado boca arriba, no tiene mucha hambre (no ha llorado desde su última comida) y el pezón toca su mejilla derecha. Se gira hacia el lado correcto, pero el pecho se retira a una distancia de 5 a 10 cm. Durante unos segundos, se dirige en la dirección correcta y luego se rinde. Todavía está acostado boca arriba, mirando al techo; después de un momento, su boca comienza a moverse ligeramente, luego su cabeza se mueve de un lado a otro, finalmente se establece en el lado incorrecto. Una breve búsqueda en esta dirección, luego llanto (con comisuras de los labios bajadas, etc.), y otra pausa. Después de un momento, otra búsqueda en la dirección incorrecta. No reacciona cuando el centro de su mejilla derecha es tocado. Solo cuando el pezón toca su piel a unos 1 cm. de sus labios se gira y lo agarra.

 

Al leer esta descripción, parecería como si toda la práctica de las últimas semanas hubiera sido en vano. Parecería, sobre todo, que la zona de excitación del reflejo se detiene a unos 1 cm. de los labios y que la mejilla en sí es insensible. Pero al día siguiente, el mismo experimento arroja resultados opuestos, como veremos.

 

A las 0:0 (26), Laurent está acostado boca arriba, con mucha hambre. Toque el centro de su mejilla con mi dedo índice doblado primero hacia la derecha y luego hacia la izquierda; cada vez se gira de inmediato hacia el lado correcto. Luego siente el pezón en el centro de su mejilla derecha. Pero, cuando intenta agarrarlo, se retira 10 cm. Luego gira la cabeza en la dirección correcta y busca. Descansa un momento, mirando al techo, luego su boca comienza a buscar nuevamente y su cabeza se gira inmediatamente hacia el lado correcto. Esta vez continúa tocando el pezón, primero con su nariz y luego con la región entre sus fosas nasales y labios. Luego repite dos veces de manera muy clara el movimiento observado a las 0:0 (24) (ver Obs. 8): levanta la cabeza para agarrar el pezón. La primera vez apenas atrapa el pezón con la esquina de sus labios y lo suelta. Un segundo o dos después, levanta enérgicamente la cabeza y logra su propósito. Debe destacarse la forma en que distingue el pezón; a las 0:0 (29) explora su circunferencia con los labios abiertos e inmóviles antes de agarrarlo.

 

La importancia teórica de tales observaciones nos parece tan grande como su trivialidad. Nos permiten comprender cómo un sistema de reflejos puros puede comprender un comportamiento psicológico, tan pronto como se sistematiza su funcionamiento. Intentemos analizar este proceso en sus aspectos adaptativos y de organización progresiva.

**2. EL USO DE LOS REFLEJOS.** En cuanto a su adaptación, es interesante notar que el reflejo, por muy bien dotado que esté con un mecanismo fisiológico hereditario y por muy estable que sea su automatización, todavía necesita ser utilizado para adaptarse verdaderamente y es capaz de ajustarse gradualmente a la realidad externa.

 

Primero, destacaremos este elemento de adaptación. El reflejo de succión es hereditario y funciona desde el nacimiento, influenciado ya sea por movimientos impulsivos difusos o por un estímulo externo (Obs. 1); este es el punto de partida. Para que pueda resultar una función útil, es decir, la deglución, a menudo basta con poner el pezón en la boca del recién nacido, pero, como sabemos (Obs. 1), a veces sucede que el niño no se adapta en el primer intento. Solo la práctica llevará a un funcionamiento normal. Este es el primer aspecto de la adaptación: el contacto con el objeto modifica, de alguna manera, la actividad del reflejo, y aunque esta actividad estuviera orientada hereditariamente hacia dicho contacto, este no es menos necesario para la consolidación de la misma. Así es como ciertos instintos se pierden o ciertos reflejos dejan de funcionar normalmente debido a la falta de un entorno adecuado.

 

Además, el contacto con el entorno no solo resulta en el desarrollo de los reflejos, sino también en su coordinación de alguna manera. Las Observaciones 2, 3, 5 y 8 muestran cómo el niño, que al principio no sabe cómo succionar el pezón cuando se lo ponen en la boca, se vuelve cada vez más capaz de agarrarlo e incluso de encontrarlo, primero después del contacto directo y luego después del contacto con cualquier región circundante.

 

¿Cómo se pueden explicar tales adaptaciones? Nos parece difícil invocar desde el nacimiento el mecanismo de las asociaciones adquiridas, en el sentido limitado del término, o de los "reflejos condicionados", ambos de los cuales implican un entrenamiento sistemático. Por el contrario, el examen de estos patrones de comportamiento revela de inmediato en qué aspectos difieren de las asociaciones adquiridas:

Mientras que en relación con las asociaciones adquiridas, incluyendo los reflejos condicionados, la asociación se establece entre una cierta percepción, ajena al ámbito del reflejo, y el propio reflejo (por ejemplo, entre un sonido, una percepción visual, etc., y el reflejo salival), según nuestras observaciones, simplemente es la propia sensibilidad del reflejo (el contacto de los labios con un cuerpo extraño) la que se generaliza, es decir, lleva consigo la acción del reflejo en situaciones cada vez más numerosas. En el caso de las Observaciones 2, 3, 5 y 8, por ejemplo, la adaptación consiste esencialmente en el progreso en la continuidad de la búsqueda. Al principio (Obs. 2 y 3), el contacto con cualquier parte del pecho pone en marcha la succión momentánea de esa región, seguida inmediatamente por el llanto o una búsqueda desordenada, mientras que después de varios días (Obs. 5), el mismo contacto pone en marcha una búsqueda en la que el niño se encamina hacia el éxito. Es muy interesante, en el segundo caso, ver cómo el reflejo, excitado por cada contacto con el pecho, deja de funcionar tan pronto como el niño percibe que la succión no se sigue de ninguna satisfacción, como lo es la toma de alimento (ver Obs. 5 y 8), y ver cómo la búsqueda continúa hasta que comienza la deglución. En este sentido, las Observaciones 2 a 8 confirman que hay una gran variedad de tipos de adaptación. La succión del edredón de plumas, de la manta, etc., lleva al rechazo, la del pecho lleva a la aceptación; la succión de la piel (la mano del niño, etc.) lleva a la aceptación si se trata solo de succionar por el placer de hacerlo, pero lleva al rechazo (por ejemplo, cuando involucra una zona del pecho distinta al pezón) si hay mucha hambre; el dedo índice paterno (Obs. 6) es rechazado cuando el niño se acerca al pecho, pero es aceptado como chupete, etc. En todos estos patrones de comportamiento, nos parece evidente que el aprendizaje es una función del entorno.

 

Sin duda, todos estos hechos admiten una explicación fisiológica que no nos saca en absoluto del ámbito del reflejo. Las "irradiaciones", los "shocks prolongados", las "sumatorias" de excitaciones y la intercoordinación de reflejos probablemente explican por qué la búsqueda del niño se vuelve cada vez más sistemática, por qué el contacto que no es suficiente para iniciar la próxima operación sí lo es unos días después, etc. Estos no son necesariamente mecanismos que se superponen al reflejo como lo serán más tarde el hábito o la comprensión inteligente. Pero sigue siendo igualmente cierto que el entorno es indispensable para esta operación, en otras palabras, la adaptación del reflejo es en parte una adaptación. Sin un contacto previo con el pezón y la experiencia de tomar leche, es muy probable que el edredón de plumas, la manta de lana o el dedo índice paterno, después de poner en marcha el reflejo de succión, no hubieran sido tan rápidamente rechazados por Laurent.

 

Pero si, en la adaptación del reflejo, se deben hacer concesiones para la acomodación, la acomodación no puede disociarse de la asimilación progresiva, inherente al propio uso del reflejo.

 

En términos generales, se puede decir que el reflejo se consolida y fortalece gracias a su propio funcionamiento. Este hecho es la expresión más directa del mecanismo de asimilación. La asimilación se manifiesta, en primer lugar, a través de una creciente necesidad de repetición que caracteriza el uso del reflejo (asimilación funcional) y, en segundo lugar, mediante un tipo de reconocimiento completamente práctico o sensoriomotor que permite al niño adaptarse a los diferentes objetos con los que sus labios entran en contacto (asimilaciones de reconocimiento y generalización).

 

La necesidad de repetición es en sí misma muy significativa; de hecho, se trata de un patrón de comportamiento que muestra una historia y que procede a complicar los estímulos simples relacionados con el estado del organismo considerado en un momento dado en el tiempo. Un primer estímulo capaz de poner en marcha el reflejo es el contacto con un objeto externo. Preyer así puso en movimiento los movimientos de succión de un recién nacido tocando sus labios, y la Observación 1 nos muestra que los niños succionan sus manos un cuarto de hora o media hora después del nacimiento. En segundo lugar, existen estímulos internos, relacionados con los estados somatoafectivos: movimientos impulsivos difusos (Obs. 1) o excitaciones debidas al hambre. Pero a estas excitaciones definidas, relacionadas con momentos particulares en la vida del organismo, se añade, según nos parece, la circunstancia esencial de que la propia repetición de los movimientos reflejos constituye un cínamo para ellos. ¿Por qué, por ejemplo, Lucienne succiona sus dedos poco después del nacimiento durante diez minutos seguidos? Esto no podría deberse al hambre, ya que el cordón umbilical acababa de ser cortado.

Ciertamente, hay un excitante externo desde el momento en que los labios tocan la mano. Pero ¿por qué persiste la excitación en tal caso, dado que no conduce a ningún resultado excepto, precisamente, al uso del reflejo? Parece, por tanto, que, desde el inicio de este mecanismo primitivo, un tipo de proceso circular acompaña la función, y la actividad del reflejo ha aumentado debido a su propio uso. Si esta interpretación sigue siendo dudosa en lo que respecta al punto de partida, se vuelve cada vez más válida en lo que respecta a los patrones de comportamiento posteriores. Después de las primeras alimentaciones, se observan en Laurent (Obs. 2) movimientos parecidos a la succión, en los que es difícil no ver una especie de autoexcitación. Además, el progreso en la búsqueda del pecho en las Observaciones 2-5 y 8 parece mostrar también cuánto fortalecía la función en sí misma la tendencia a succionar. La prueba contraria de esto es, como hemos visto, la decadencia progresiva de los mecanismos reflejos que no se utilizan. ¿Cómo interpretar estos hechos? Es evidente que la "reacción circular", en el sentido de Baldwin, no podría estar involucrada aún, es decir, la repetición de un patrón de comportamiento adquirido o en proceso de adquisición, y de un comportamiento dirigido por el objeto al que tiende. Aquí se trata solo de movimientos reflejos y no de movimientos adquiridos, y de sensibilidad relacionada con el propio reflejo y no con el objetivo externo. Sin embargo, el mecanismo es comparable desde el punto de vista puramente funcional. Así, es muy claro en la Observación 9 que la más leve excitación puede poner en marcha no solo una reacción refleja, sino una sucesión de siete reacciones. Sin formular ninguna hipótesis sobre la forma de conservar esta excitación, o a fortiori, sin querer transformar esta repetición en un comportamiento intencional o mnemotécnico, uno se ve obligado a afirmar que, en tal caso, existe una tendencia a la repetición, o, en términos objetivos, repetición acumulativa.

 

Esta necesidad de repetición es solo un aspecto de un proceso más general que podemos calificar como asimilación. La tendencia del reflejo a reproducirse a sí mismo incorpora cualquier objeto capaz de cumplir la función de excitante. Aquí deben mencionarse dos fenómenos distintos, ambos igualmente significativos desde este punto de vista particular.

 

El primero es lo que podríamos llamar "asimilación generalizadora", es decir, la incorporación de objetos cada vez más variados al esquema reflejo. Cuando, por ejemplo, el niño tiene hambre pero no lo suficiente como para desencadenar la ira y el llanto, y sus labios han sido excitados por algún contacto accidental, presenciamos la formación de este tipo de patrón de comportamiento, tan importante debido a sus futuros desarrollos y a los innumerables casos análogos que observaremos en relación con otros esquemas. Así, según los contactos casuales, el niño, desde las primeras dos semanas de vida, succiona sus dedos, los dedos extendidos hacia él, su almohada, colcha, ropa de cama, etc.; en consecuencia, asimila estos objetos a la actividad del reflejo.

 

Es cierto que no afirmamos, al hablar de "asimilación generalizadora", que el recién nacido comienza por distinguir un objeto particular (el pecho de la madre) y posteriormente aplica a otros objetos los descubrimientos que ha hecho sobre este primero. En otras palabras, no atribuimos al lactante recién nacido una generalización consciente e intencional con respecto a la transición de lo particular a lo general, especialmente porque la generalización, en sí misma inteligente, nunca comienza por tal transición, sino que siempre procede del esquema no diferenciado al individuo y al general, combinados y complementarios. Simplemente sostenemos que, sin ninguna conciencia de objetos individuales o de leyes generales, el recién nacido incorpora de inmediato a su esquema global de succión una serie de objetos cada vez más variados, de ahí el aspecto generalizador de este proceso de asimilación.

Pero, ¿no es jugar con las palabras traducir un hecho tan simple al lenguaje de la asimilación? ¿No bastaría con decir "la puesta en marcha de un reflejo por una clase de excitantes análogos?" Y, si uno se aferra al término asimilación, ¿debe entonces llegar a la conclusión de que los excitantes no habituales de cualquier reflejo (por ejemplo, el conjunto de objetos capaces de poner en marcha el reflejo palpebral cuando se acercan al ojo) dan lugar a un fenómeno idéntico de asimilación generalizadora? No hay nada que lo respalde.

Lo que presenta un problema particular y verdaderamente psicológico en el caso del reflejo de succión es que la asimilación de objetos a su actividad se generalizará gradualmente hasta que, en la etapa de las reacciones circulares adquiridas e incluso en la etapa de los movimientos intencionales, dé lugar a un esquema muy complejo y fuerte. A partir del final del segundo mes, el niño succionará sistemáticamente su dedo pulgar (con coordinación adquirida y no por casualidad), luego, cerca de los cinco meses, llevará todos los objetos a su boca y terminará usando estos patrones de comportamiento para reconocer cuerpos e incluso para componer la primera forma de espacio (el "espacio bucal" de Stern).

 

Es cierto que las primeras asimilaciones relacionadas con la succión, aunque revelen una falta de diferenciación entre el contacto con el pecho y el contacto con otros objetos, no son simplemente una confusión destinada a desaparecer con el progreso en la nutrición, sino que constituyen el punto de partida para asimilaciones cada vez más complejas.

 

¿Cómo interpretar esta asimilación generalizada? El reflejo de succión se puede concebir como un esquema global de movimientos coordinados que, si está acompañado de conciencia, ciertamente no da lugar a la percepción de objetos o incluso imágenes sensoriales definidas, sino simplemente a una conciencia de actitudes con, como máximo, alguna integración sensoriomotora conectada con la sensibilidad de los labios y la boca. Ahora bien, este esquema, debido al hecho de que se presta a repeticiones y a un uso acumulativo, no se limita a funcionar bajo coacción por un excitante fijo, ya sea externo o interno, sino que funciona de alguna manera por sí mismo. En otras palabras, el niño no solo succiona para comer, sino también para evitar el hambre, para prolongar la excitación de la comida, etc., y, por último, succiona por el simple acto de succionar.

 

En este sentido, el objeto incorporado al esquema de succión se asimila realmente a la actividad de este esquema. El objeto succionado debe concebirse, no como alimento para el organismo en general, sino, por así decirlo, como alimento para la propia actividad de succión, en sus diversas formas. Desde el punto de vista de la conciencia, si la hay, esta asimilación al principio es una falta de diferenciación y no al principio una verdadera generalización, pero desde el punto de vista de la acción, es una extensión generalizadora del esquema que predice (como se acaba de ver) generalizaciones posteriores y mucho más importantes.

 

Pero, aparte de esta asimilación generalizadora, debe destacarse otra asimilación a partir de las dos primeras semanas de vida, que podemos llamar "asimilación reconocitiva". Esta segunda forma parece inconsistente con la anterior; en realidad, solo revela progreso sobre la otra, aunque sea leve. Lo que acabamos de decir sobre la falta de diferenciación que caracteriza a la asimilación generalizadora es, en efecto, cierto solo con respecto a estados de hambre leve o de saciedad.

Pero basta con que el niño tenga mucha hambre para que intente comer y, por lo tanto, distinguir el pezón del resto. Esta búsqueda y esta selectividad nos parecen implicar el comienzo de la diferenciación en el esquema global de succión y, en consecuencia, un comienzo de reconocimiento, un reconocimiento completamente práctico y motor, cabe destacar, pero suficiente para ser llamado asimilación reconocitiva. Examinemos, desde este punto de vista, la forma en que el niño redescubre el pezón. Desde el tercer día (Obs. 3), Laurent parece distinguir el pezón de los tegumentos circundantes; intenta amamantar y no simplemente chupar. A partir del décimo día (Obs. 4), observamos la prontitud con la que rechaza el edredón de plumas o la manta que comenzó a chupar para buscar algo más sustancial. Además, su reacción al dedo índice de su padre (Obs. 6) no podría ser más definitiva: decepción y llanto. Por último, las exploraciones en el propio pecho (Obs. 5 y 8) también revelan selectividad. ¿Cómo se puede explicar este tipo de reconocimiento?

 

Por supuesto, no puede haber cuestión alguna, ni aquí ni en relación con la asimilación generalizadora, del reconocimiento de un "objeto", por la razón evidente de que no hay nada en los estados de conciencia de un recién nacido que le permita contrastar un universo externo con un universo interno. Suponiendo que existan simultáneamente sensaciones visuales (visión simple de luces sin formas ni profundidad), sensaciones acústicas y una sensibilidad táctil-gustativa y cinestésica conectada con el reflejo de succión, es evidente que tal complejo no sería suficiente para constituir la conciencia de objetos: esto último implica, como veremos, operaciones intelectuales característicamente necesarias para asegurar la permanencia de la forma y la sustancia. Tampoco podría tratarse de un reconocimiento puramente perceptivo o reconocimiento de imágenes sensoriales presentadas por el mundo exterior, aunque dicho reconocimiento preceda considerablemente a la elaboración de objetos (reconocer a una persona, un juguete o una tela simplemente por su "presentación" y antes de tener un concepto permanente de ello). Si, para el observador, el pecho que el lactante está a punto de tomar está fuera del niño y constituye una imagen separada de él, para el recién nacido, por el contrario, solo puede existir la conciencia de actitudes, emociones o sensaciones de hambre y satisfacción.

Ni la vista ni la audición dan lugar todavía a percepciones independientes de estas reacciones generales. Como H. Wallon ha demostrado de manera efectiva, las influencias externas solo tienen significado en relación con las actitudes que provocan. Cuando el lactante diferencia entre el pezón y el resto del pecho, los dedos u otros objetos, no reconoce ni un objeto ni una imagen sensorial, sino que simplemente redescubre un complejo sensoriomotor y postural particular (succión y deglución combinadas) entre varios complejos análogos que constituyen su universo y revelan una falta total de diferenciación entre sujeto y objeto. En otras palabras, este reconocimiento elemental consiste, en el sentido más estricto de la palabra, en la "asimilación" de la totalidad de los datos presentes en una organización definida que ya ha funcionado y solo da lugar a una discriminación real debido a su funcionamiento pasado. Pero esto basta para explicar en qué sentido la repetición del reflejo lleva por sí misma a la asimilación reconocitiva que, aunque completamente práctica, constituye el comienzo del conocimiento. Más precisamente, la repetición del reflejo conduce a una asimilación general y generalizadora de objetos a su actividad, pero debido a las variedades que gradualmente ingresan en esta actividad (succión por sí misma, para calmar el hambre, para comer, etc.), el esquema de asimilación se vuelve diferenciado y, en los casos más importantes de diferenciación, la asimilación se vuelve reconocitiva.

 

En conclusión, la asimilación que pertenece al reflejo de adaptación se manifiesta en tres formas: repetición acumulativa, generalización de la actividad con la incorporación de nuevos objetos a ella y, finalmente, reconocimiento motor. Pero, en última instancia, estas tres formas son una sola: el reflejo debe concebirse como una totalidad organizada cuya naturaleza es preservarse a sí misma mediante su funcionamiento y, en consecuencia, funcionar tarde o temprano por sí mismo (repetición), al mismo tiempo que incorpora objetos propicios para este funcionamiento (asimilación generalizada) y discierne situaciones necesarias para ciertos modos especiales de su actividad (reconocimiento motor). Veremos, y este es el único propósito de este análisis, que estos procesos se encuentran nuevamente, con la complejidad progresiva de las estructuras, en las etapas de las reacciones circulares adquiridas, de los primeros esquemas voluntarios y de los patrones de comportamiento verdaderamente inteligentes.

La adaptación progresiva de los esquemas de reflejo, por lo tanto, presupone su organización. En fisiología, esta verdad es obvia. No solo el arco reflejo en sí presupone una organización, sino que, en el animal que no está siendo sometido a experimentación de laboratorio, cada sistema de reflejo constituye en sí mismo una totalidad organizada. Según las teorías de Graham Brown, el reflejo simple debe considerarse, de hecho, como un producto de diferenciación. Desde el punto de vista psicológico, por otro lado, hay una tendencia demasiado grande a considerar un reflejo, o incluso un acto instintivo complejo como la succión, como una suma de movimientos con, eventualmente, una sucesión de estados conscientes yuxtapuestos, y no como una verdadera totalidad. Pero dos circunstancias esenciales nos inducen a considerar el acto de succión como una organización psíquica ya constituida: el hecho de que tarde o temprano este acto revele un significado y el hecho de que esté acompañado de una búsqueda dirigida. En cuanto a los significados, hemos visto cuánto varían los actos de succión según si el recién nacido tiene hambre y trata de alimentarse, o succiona para calmarse, o si de alguna manera juega a succionar. Parece como si tuvieran un significado para el propio lactante. La calma creciente que sigue a una tormenta de llanto y llanto en cuanto el niño está en posición de tomar alimento y buscar el pezón es prueba suficiente de que, si la conciencia existe en absoluto, esa conciencia es desde el principio una conciencia de significado. Pero un significado es necesariamente relativo a otros significados, incluso en el plano elemental de las simples reconociones motoras.

Además, la existencia de esa organización se fundamenta en el hecho de que existe una búsqueda dirigida. La búsqueda precoz del niño en contacto con el pecho, a pesar de ser común, es algo notable. Tal búsqueda, que es el comienzo de la adaptación y la asimilación, debe concebirse, desde el punto de vista de la organización, como la primera manifestación de una dualidad de deseo y satisfacción, por lo tanto, de valor y realidad, de totalidad completa y totalidad incompleta, una dualidad que volverá a aparecer en todos los planos de la actividad futura y que toda la evolución de la mente intentará disminuir, aunque esté destinada a ser enfatizada constantemente.

 

Tales son, desde el punto de vista dual de la adaptación y la organización, las primeras expresiones de la vida psicológica conectadas con los mecanismos fisiológicos hereditarios. Esta descripción, aunque esquemática, creemos que es suficiente para mostrar cómo la psique prolonga la organización puramente refleja mientras depende de ella. La fisiología del organismo proporciona un mecanismo hereditario que ya está completamente organizado y virtualmente adaptado, pero que nunca ha funcionado. La psicología comienza con el uso de este mecanismo. Este uso no cambia de ninguna manera el mecanismo en sí, a diferencia de lo que se puede observar en las etapas posteriores (adquisición de hábitos, de entendimiento, etc.). Se limita a fortalecerlo y hacer que funcione sin integrarlo en nuevas organizaciones que lo trasciendan. Pero dentro de los límites de este funcionamiento hay espacio para un desarrollo histórico que marca precisamente el comienzo de la vida psicológica. Este desarrollo, sin duda, admite una explicación fisiológica: si el mecanismo de reflejo se fortalece por el uso o se deteriora por falta de uso, esto se debe seguramente a que las coordinaciones se hacen o se deshacen por virtud de las leyes de la actividad refleja. Pero una explicación fisiológica de este tipo no excluye el punto de vista psicológico que hemos tomado. En efecto, si, como es probable, los estados de conciencia acompañan a un mecanismo de reflejo tan complicado como el del instinto de succión, estos estados de conciencia tienen una historia interna. El mismo estado de conciencia no podría reproducirse idénticamente dos veces. Si se reproduce, es adquiriendo además alguna nueva cualidad de lo que ya se ha visto, etc., por lo tanto, algún significado.

Pero si por casualidad aún no ha ocurrido ningún estado de conciencia, uno aún podría hablar de comportamiento o de patrones de comportamiento, dado, por un lado, el carácter sui generis de su desarrollo y, por otro lado, su continuidad con los de etapas posteriores. Lo afirmaremos en términos precisos en nuestra conclusión.

El verdadero carácter de estos patrones de comportamiento implica la utilización individual de la experiencia. En la medida en que el reflejo es un mecanismo hereditario, quizás constituye una utilización racial de la experiencia. Ese es un problema biológico del que ya hemos hablado (Introducción, 3) y que, aunque es de gran interés para el psicólogo, no puede resolverse mediante sus métodos particulares. Pero, en la medida en que es un mecanismo que da lugar al uso y, en consecuencia, a una especie de ensayo experimental, el reflejo de succión presupone, además de la herencia, una utilización individual de la experiencia. Este es el hecho crucial que permite la incorporación de dicho patrón de comportamiento al ámbito de la psicología, mientras que un simple reflejo, no subordinado a la necesidad de uso o ensayo experimental como función del entorno (por ejemplo, estornudar), no nos interesa. ¿En qué consiste este ensayo experimental? Se puede intentar definirlo sin subordinar este análisis a ninguna hipótesis sobre los tipos de estados de conciencia que eventualmente acompañan dicho proceso. El aprendizaje relacionado con el mecanismo de reflejo o instintivo se distingue de los logros debidos a hábitos o inteligencia por el hecho de que no retiene nada externo al mecanismo en sí. Un hábito, como el de un bebé de 2 o 3 meses que abre la boca al ver un objeto, presupone una fijación mnemotécnica relacionada con este objeto. Se forma un esquema táctil-motor según las variaciones del objeto y este esquema explica solo la uniformidad de la reacción. Del mismo modo, la adquisición de una operación intelectual (contar, por ejemplo) implica la memoria de los propios objetos o de experimentos realizados con los objetos. En ambos casos, por lo tanto, se retiene algo externo al mecanismo inicial del acto en cuestión. Por otro lado, el bebé que aprende a succionar no retiene nada externo al acto de succionar; indudablemente, no lleva ninguna huella ni de los objetos ni de las imágenes sensoriales en las que posteriormente han intervenido los intentos.

 

Él simplemente registra la serie de intentos como actos simples que se condicionan mutuamente. Cuando reconoce el pezón, esto no implica el reconocimiento de una cosa o de una imagen, sino más bien la asimilación de un complejo sensoriomotor y postural a otro. Si la prueba experimental involucrada en la succión presupone el entorno y la experiencia, ya que no es posible ningún uso funcional sin contacto con el entorno, se trata de un tipo muy especial de prueba experimental, en cierto modo, de un autoaprendizaje y no de una adquisición real. Por eso, si estos primeros patrones de comportamiento psicológico trascienden la pura fisiología, al igual que el uso individual tiene una historia independiente de la máquina predeterminada por la herencia (hasta el punto en que podría parecer casi metafórico caracterizarlos como "patrones de comportamiento", como lo hemos hecho aquí), sin embargo, nos parecen de importancia esencial para el resto del desarrollo mental. En efecto, las funciones de acomodación, asimilación y organización que acabamos de describir en relación con el uso de un mecanismo de reflejo se encontrarán nuevamente en las etapas posteriores y adquirirán una importancia creciente. En cierto sentido, incluso veremos que cuanto más complicadas y refinadas sean las estructuras intelectuales, más este núcleo funcional constituirá la esencia de estas mismas estructuras.

3. ASIMILACIÓN: HECHO BÁSICO DE LA VIDA PSÍQUICA.

Al estudiar el uso de los reflejos, hemos constatado la existencia de una tendencia fundamental cuyas manifestaciones volveremos a encontrar en cada nueva etapa del desarrollo intelectual: la tendencia a la repetición de patrones de comportamiento y hacia la utilización de objetos externos en el marco de dicha repetición. Esta asimilación, simultáneamente reproductiva, generalizadora y reconocitiva, constituye la base del uso funcional que hemos descrito con respecto a la succión. Por lo tanto, la asimilación es indispensable para la adaptación del reflejo. Además, es la expresión dinámica del hecho estático de la organización. Desde este doble punto de vista, emerge como un hecho básico, cuyo análisis psicológico debe proporcionar conclusiones genéticas.

 

Tres circunstancias nos llevan a considerar la asimilación como el hecho fundamental del desarrollo psíquico. La primera es que la asimilación constituye un proceso común a la vida organizada y a la actividad mental, por lo que es una idea común a la fisiología y la psicología. De hecho, cualquiera que sea el mecanismo secreto de la asimilación biológica, es un hecho empírico que un órgano se desarrolla mientras funciona (mediante un cierto ejercicio útil y fatiga). Pero cuando el órgano en cuestión afecta el comportamiento externo del sujeto, este fenómeno de asimilación funcional presenta un aspecto fisiológico inseparable del aspecto psicológico; sus partes son fisiológicas, mientras que la reacción del conjunto puede llamarse psíquica. Tomemos, por ejemplo, el ojo, que se desarrolla bajo la influencia del uso de la visión (percepción de luces, formas, etc.). Desde el punto de vista fisiológico, se puede afirmar que la luz es el alimento del ojo (en particular en casos primitivos de sensibilidad cutánea en los invertebrados inferiores, en quienes el ojo es una acumulación de pigmento dependiente de fuentes de luz circundantes).

La luz es absorbida y asimilada por los tejidos sensibles y esta acción conlleva un desarrollo correlativo de los órganos afectados. Tal proceso, sin duda, presupone un conjunto de mecanismos cuyo inicio puede ser muy complejo. Pero, si nos atenemos a una descripción global, la del comportamiento y, en consecuencia, la de la psicología, las cosas que se ven constituyen un alimento esencial para el ojo, ya que son ellas las que imponen el uso continuo al que los órganos deben su desarrollo. El ojo necesita imágenes de luz al igual que todo el cuerpo necesita alimento químico, energía, etc. Entre el conjunto de realidades externas asimiladas por el organismo, algunas se incorporan a las partes de los mecanismos físico-químicos, mientras que otras simplemente sirven como alimento funcional y general. En el primer caso, hay asimilación fisiológica, mientras que en el segundo se puede llamar asimilación psicológica. Pero el fenómeno es el mismo en ambos casos: el universo se encarna en la actividad del sujeto.

 

En segundo lugar, la asimilación revela el hecho primitivo generalmente aceptado como el más elemental de la vida psíquica: la repetición. ¿Cómo podemos explicar por qué el individuo, en cualquier nivel de comportamiento, intenta reproducir cada experiencia que ha vivido? La cosa solo es comprensible si el comportamiento que se repite presenta un significado funcional, es decir, adquiere un valor para el propio sujeto. ¿Pero de dónde proviene este valor? Del funcionamiento en sí mismo. Una vez más, la asimilación funcional se manifiesta como el hecho básico.

 

En tercer lugar, el concepto de asimilación, desde el principio, incorpora en el mecanismo de repetición el elemento esencial que distingue la actividad del hábito pasivo: la coordinación de lo nuevo con lo viejo que presagia el proceso de juicio. De hecho, la reproducción característica del acto de asimilación siempre implica la incorporación de un hecho real en un esquema dado, siendo este esquema constituido por la repetición misma. De esta manera, la asimilación es el mecanismo intelectual más importante y una vez más constituye, en relación con ellos, el hecho verdaderamente básico.

¿Pero no podría simplificarse esta descripción eliminando un concepto tan cargado de significado que podría parecer equívoco? En sus notables ensayos sobre la psicología funcional, Claparède elige, sin añadir nada, como punto de partida de toda actividad mental el hecho mismo de la necesidad. ¿Cómo se puede explicar que ciertos patrones de comportamiento den lugar a una repetición espontánea? ¿Cómo sucede que los actos útiles se reproducen por sí mismos? Porque, dice Claparède, responden a una necesidad. Así, las necesidades marcan la transición entre la vida orgánica, de la cual emanan, y la vida psíquica, de la cual constituyen la fuerza motriz.

 

La gran ventaja de esta terminología es que es mucho más simple que la de la asimilación. Además, sobre la base de lo que Claparède sostiene, es muy difícil no estar de acuerdo con él. Dado que la necesidad es la expresión concreta de lo que hemos llamado el proceso de asimilación, no podemos plantear dudas sobre la base de esta concepción a la que personalmente debemos mucho. Pero la pregunta es si, precisamente debido a su simplicidad, no plantea problemas iniciales que el concepto de asimilación nos permite referir a un estudio biológico. Nos parecen dos dificultades.

 

En primer lugar, si la necesidad en sí es la fuerza motriz de toda actividad, ¿cómo dirige los movimientos necesarios para su satisfacción? Con una agudeza analítica admirable, Claparède mismo ha planteado la pregunta. No solo no se entiende por qué la búsqueda de un objetivo coordina acciones útiles, sino que además no se ve cómo, cuando un medio falla, se intentan otros. Aparece, en efecto, especialmente cuando las asociaciones adquiridas se superponen al reflejo, que una necesidad idéntica libera una sucesión de patrones de comportamiento diferentes, pero siempre dirigidos hacia el mismo fin. ¿Cuál es el instrumento de esta selección y coordinación de reacciones ventajosas? Es evidente que sería inútil tratar de resolver estos problemas fundamentales ahora. Pero, ¿no surge la pregunta porque uno comienza por disociar la necesidad del acto en su totalidad? Las necesidades básicas no existen, de hecho, antes de los ciclos motivadores que permiten satisfacerlas. Aparecen durante el funcionamiento. Por lo tanto, no se podría decir que preceden a la repetición: resultan de ella también, en un círculo sin fin. Por ejemplo, la succión vacía o cualquier práctica similar constituye un entrenamiento que aumenta tanto la necesidad como al revés.

Desde el punto de vista psicológico, la necesidad no debe concebirse como independiente del funcionamiento global, del cual es solo una indicación. Desde el punto de vista fisiológico, además, la necesidad presupone una organización en "equilibrio móvil" de la cual simplemente indica un desequilibrio transitorio. En ambos tipos de terminología, la necesidad es la expresión de una totalidad momentáneamente incompleta y que tiende a reconstituirse, es decir, precisamente lo que llamamos un ciclo o un esquema de asimilación: la necesidad manifiesta la necesidad del organismo o de un órgano de utilizar un dato externo en relación con su funcionamiento. El hecho fundamental, por lo tanto, no es la necesidad, sino los esquemas de asimilación de los cuales es el aspecto subjetivo. A partir de ahora, quizás sea una pregunta pseudo hacer cómo la necesidad dirige movimientos útiles. Es porque estos movimientos ya están dirigidos que la necesidad los pone en movimiento. En otras palabras, los movimientos organizados, listos para la repetición, y la necesidad misma constituyen solo un todo. Es cierto que esta concepción, muy clara con respecto al reflejo o cualquier organización innata, deja de parecerlo con respecto a las asociaciones adquiridas. Pero quizás la dificultad proviene de tomar literalmente el término "asociaciones", mientras que el hecho de la asimilación permite explicar cómo cada nuevo esquema resulta de una diferenciación y complicación de esquemas anteriores y no de una asociación entre elementos dados en un estado aislado. Esta hipótesis incluso permite comprender cómo una sola necesidad puede poner en movimiento una serie de esfuerzos sucesivos. Por un lado, toda asimilación es generalizadora y, por otro lado, los esquemas son capaces de intercoordinarse mediante la asimilación recíproca, así como de funcionar de manera independiente. (Consulte las etapas IV-VI en relación con esto.)

Una segunda dificultad nos parece surgir cuando se considera la necesidad como el hecho básico de la vida psíquica. En tal caso, se supone que las necesidades aseguran la transición entre el organismo y la psique; constituyen de alguna manera la fuerza motriz fisiológica de la actividad mental. Pero si ciertas necesidades corporales desempeñan este papel en una gran cantidad de patrones de comportamiento más simples (como la búsqueda de comida en la psicología animal), en el niño pequeño, las necesidades principales son de una categoría funcional. El funcionamiento de los órganos engendra, a través de su mera existencia, una necesidad psíquica sui generis, o mejor dicho, una serie de necesidades vicarias cuya complejidad trasciende, desde el principio, la simple satisfacción orgánica. Además, a medida que la inteligencia se desarrolla y se fortalece, la asimilación de la realidad al funcionamiento mismo se transforma en una verdadera comprensión, y el principal motor de la actividad intelectual se convierte en la necesidad de incorporar las cosas a los esquemas del sujeto. Esta vicariedad de las necesidades, que constantemente se trascienden a sí mismas para ir más allá del plano puramente orgánico, parece mostrarnos de nuevo que el hecho básico no es la necesidad en sí misma, sino más bien el acto de asimilación, que encarna en un todo la necesidad funcional, la repetición y esa coordinación entre sujeto y objeto que anticipa la discrepancia y el juicio.

Es cierto que invocar el concepto de asimilación no constituye una explicación de la asimilación en sí misma. La psicología solo puede comenzar con la descripción de un hecho básico sin poder explicarlo. El ideal de la deducción absoluta solo podría llevar a una explicación verbal. Renunciar a esta tentación es elegir como principio un hecho elemental susceptible de tratamiento biológico simultáneamente con el análisis psicológico. La asimilación responde a esto. La explicación de este hecho está en el ámbito de la biología. La existencia de una totalidad organizada que se preserva mientras asimila el mundo externo plantea, de hecho, todo el problema de la vida misma. Pero, dado que lo superior no puede reducirse a lo inferior sin agregar algo, la biología no logrará aclarar la cuestión de la asimilación sin tener en cuenta su aspecto psicológico. A cierto nivel, la organización de la vida y la organización mental constituyen, de hecho, una sola y misma cosa.

 

 

jueves, 9 de noviembre de 2023

Psicología, la cibernetica como base de la conducta.

 


 

Índice

Prefacio

1.    Introducción a la Cibernética y su relación con la Psicología 1.1. Definición y Orígenes de la Cibernética 1.2. Norbert Wiener y el Surgimiento de la Cibernética 1.3. Principios de la Cibernética aplicados a la Psicología

2.    La Teoría del Equilibrio de Jean Piaget 2.1. Biografía y Contribuciones de Jean Piaget 2.2. El Desarrollo Cognitivo y sus Estadios 2.3. El Mecanismo de Equilibración y su Paralelismo con la Cibernética

3.    Bases Cibernéticas de la Psicología 3.1. Comportamiento Adaptativo y Homeostasis 3.2. Mecanismos de Retroalimentación y Auto-organización 3.3. Modelos cibernéticos aplicados a la Psicoterapia

4.    La Teoría Cibernética de la Psicopatología de DeYoung 4.1. La Psicopatología desde la Óptica Cibernética 4.2. Los Sistemas de Procesamiento de Información y su Desregulación 4.3. Intervenciones Terapéuticas y Mejora del Autocontrol

5.    Integración de la Cibernética y la Psicología 5.1. Sistemas Dinámicos y Psicología Evolutiva 5.2. Resiliencia Psicológica y Adaptación en Entornos Cambiantes 5.3. El Futuro de la Cibernética en la Investigación y Práctica Psicológica

6.    Casos de Estudio 6.1. Aplicaciones de la Cibernética en Trastornos Psicológicos Específicos 6.2. Herramientas Cibernéticas en el Diagnóstico y Tratamiento 6.3. Cibernética y Psicología en la Era Digital

7.    Desafíos y Consideraciones Éticas 7.1. La Influencia de la Tecnología en la Salud Mental 7.2. Ética en la Aplicación de Sistemas Cibernéticos en Humanos 7.3. Protección de la Privacidad en la Era de la Información

Conclusión

Apéndice A: Cronología de la Cibernética y su Impacto en la Psicología Apéndice B: Glosario de Términos en Cibernética y Psicología Apéndice C: Referencias y Lecturas Adicionales

Índice Analítico Agradecimientos

 

1. Introducción a la Cibernética y su relación con la Psicología

La cibernética, término acuñado por Norbert Wiener en su obra sembradora de 1948, "Cibernética: o el control y comunicación en el animal y la máquina", representa una fascinante intersección de la ingeniería, las matemáticas, la biología y la física en su exploración de los sistemas de control y comunicación. Mientras que el enfoque inicial de la cibernética estaba centrado en la tecnología y los sistemas físicos, su campo de aplicación se ha expandido significativamente, entretejiéndose con la psicología en la comprensión de la conducta y procesos mentales humanos.

La psicología, la ciencia dedicada al estudio del comportamiento y los procesos mentales, encuentra en la cibernética un lenguaje común para describir los fenómenos relacionados con la regulación y el control de las funciones cognitivas y emocionales. Esta simbiosis conceptual ha abierto una ventana hacia un paradigma donde los circuitos de retroalimentación no sólo pertenecen al dominio de las máquinas, sino que son esenciales en la comprensión del psiquismo humano.

Sherlock

1.1. Definición y Orígenes de la Cibernética

La cibernética se presenta como una disciplina que desafía las fronteras convencionales entre las ciencias, amalgamando conceptos de teoría de la información, automatización, sistemas de control y retroalimentación. Su núcleo se centra en el estudio de cómo los sistemas (sean mecánicos, biológicos o sociales) se regulan a sí mismos a través de bucles de retroalimentación, manteniendo un estado de equilibrio a pesar de las perturbaciones externas. Esta regulación es el resultado de procesos continuos de comunicación y control dentro del sistema, donde la información es la moneda de cambio esencial para la adaptación y la toma de decisiones.

La etimología de la palabra "cibernética" proviene del griego "kybernetes", que hace referencia al arte de la navegación o el acto de pilotear. Esta etimología es pertinente e ilustrativa, puesto que, de manera análoga a un piloto que ajusta su curso basándose en las condiciones actuales, la cibernética estudia cómo los sistemas ajustan su comportamiento para alcanzar objetivos o metas definidas.

El origen de la cibernética, como concepto moderno, se remonta a la Segunda Guerra Mundial y es inseparable del trabajo del matemático estadounidense Norbert Wiener. En colaboración con otros científicos notables como John von Neumann y Claude Shannon, Wiener estaba interesado en la automatización y el control de las máquinas antiaéreas. Ellos reconocieron la relevancia de la retroalimentación: un sistema que podría ‘saber’ si su acción era eficaz y podría ajustar su comportamiento futuro en base a esa información.

Tras la guerra, Wiener se esforzó en extrapolar estas ideas más allá del ámbito militar, contemplando la posibilidad de aplicar los principios de retroalimentación y control a sistemas biológicos y sociales. En 1948, publicó su libro "Cibernética: o el control y comunicación en el animal y la máquina", obra que se convirtió en la piedra angular de la disciplina. En ella, Wiener postula que la capacidad de un sistema para auto-organizarse y auto-corregirse es fundamental para entender tanto los comportamientos de los seres vivos como los procesos de las máquinas diseñadas por humanos.

El impacto de esta obra fue inmediato y trascendental. La noción de que la retroalimentación y la regulación eran fenómenos subyacentes en sistemas tan diversos como un organismo vivo, una comunidad, una empresa o un circuito electrónico abrió el camino para un nuevo campo interdisciplinario de estudio. La cibernética propuso un marco unificado para analizar problemas de control y comunicación independientemente de su naturaleza material, lo que fue una propuesta revolucionaria para su tiempo.

Durante las décadas siguientes, científicos de diversas disciplinas comenzaron a incorporar y adaptar los principios cibernéticos a sus campos de estudio. La psicología, en particular, encontró en la cibernética un paradigma útil para explorar y comprender el comportamiento humano. La metáfora de la mente como un procesador de información, un sistema que puede aprender, ajustarse y mejorar su desempeño a través de bucles de retroalimentación, se alineaba bien con los intentos emergentes de modelar la cognición humana.

Además, la cibernética se expandió para incluir la teoría de sistemas, en la que se reconoció que todos los sistemas complejos están interconectados y que su comportamiento puede explicarse mejor como parte de una red de interacciones más que en aislamiento. Por lo tanto, el análisis de cómo los sistemas se comunican y se controlan entre sí se convirtió en un área de interés crucial.

El diálogo entre la cibernética y la psicología ha sido muy provechoso. En la investigación, los psicólogos usaron modelos cibernéticos para simular y entender procesos cognitivos complejos, como la toma de decisiones y la solución de problemas.

Como resultado de este intercambio interdisciplinario, la cibernética se estableció como una fundación versátil para comprender y gestionar la complejidad inherente a los sistemas que nos rodean. Con raíces en la ingeniería y ramificaciones en las ciencias sociales y humanas, la cibernética continúa siendo una disciplina vibrante, capaz de ofrecer insights únicos en la naturaleza de la comunicación y el control tanto en la máquina como en el ser humano. Con su enfoque en las intersecciones entre diferentes sistemas, la cibernética reside en un punto confluente donde tecnología, biología y psique se encuentran, invitándonos a mirar más allá de nuestros dominios tradicionales para buscar respuestas a preguntas fundamentales sobre la organización y la regulación de los sistemas complejos.

 

Principios de la Cibernética aplicados a la Psicología

La integración de la cibernética en la psicología ha abierto nuevos horizontes en la comprensión de la mente humana y su comportamiento. Jean Piaget, un epistemologo suizo reconocido por su trabajo pionero en el desarrollo cognitivo infantil, fue uno de los precursores en incorporar la cibernética en su pensamiento, fusionando estas ideas con su perspectiva sobre el crecimiento intelectual y emocional de los niños.

En la esencia de la teoría de Piaget, podemos identificar los principios fundamentales de la cibernética, particularmente la noción de equilibrio como regulador de las necesidades surgidas durante la adaptación a cambios ambientales. El establecimiento del equilibrio como mecanismo central refleja la idea cibernética de homeostasis, es decir, la capacidad de los sistemas para autorregularse y mantenerse estables a pesar de las alteraciones externas o internas.

El Equilibrio como Regulador de Adaptación

Para Piaget, el desarrollo de la inteligencia funcionaba como un agente equilibrador, mediante el cual los individuos se adaptan activamente a su entorno. Este proceso involucra una serie de ajustes cognitivos y afectivos que tienen lugar a través de dos procesos complementarios: la asimilación, donde el individuo integra nuevas experiencias en los esquemas mentales existentes, y la acomodación, que implica la modificación de dichos esquemas en respuesta a nuevas experiencias. Esta interacción continúa y dinámica refleja la retroalimentación cibernética, donde la información del medio se utiliza para optimizar la función del sistema.

Integración Cognitiva y Afectiva en la Conducta

Piaget enfatizaba que la conducta humana no puede comprenderse plenamente desde un único aspecto, cognitivo o afectivo; ambos están intrínsecamente ligados y son inseparables en el análisis del desarrollo humano. Esta visión resuena con el enfoque cibernético que considera los múltiples componentes de los sistemas y cómo estos interactúan para producir la conducta final. Así, la psicología, a través de la lente de la cibernética, busca comprender esta interacción como parte integral del funcionamiento psicológico.

Niveles de Inteligencia Sensomotriz y Verbal

El trabajo de Piaget incluye una detallada teorización sobre las fases del desarrollo cognitivo, siendo las etapas sensomotriz y de operaciones concretas relacionadas con la inteligencia verbal, dos de las más fundamentales. En la etapa sensomotriz, se observa la inteligencia práctica basada en las acciones y percepciones, mientras que la inteligencia verbal se manifiesta más claramente en las etapas posteriores, donde el pensamiento simbólico y el lenguaje se vuelven preponderantes.

En el marco de la cibernética, estos estadios pueden considerarse como etapas de programación y reprogramación de 'software' cognitivo, en las cuales se ajustan y refinan continuamente los algoritmos mentales que permiten al niño interpretar y responder a su entorno. La capacidad de simbolizar y verbalizar experiencias es, en sí misma, un proceso de codificar la información para su almacenamiento y recuperación eficiente, lo cual es central en la teoría cibernética que se ocupa del procesamiento de información.

Conclusión

Piaget, al enfocarse en el equilibrio como forma de regulación y en la interrelación entre los aspectos cognitivos y afectivos del comportamiento, proporciona un modelo teórico que encarna los principios de la cibernética. Su obra establece un criterio para comprender la estructura y función de la mente como un sistema de autorregulación complejo y dinámico, capaz de adaptarse y reorganizarse constantemente en respuesta a las demandas internas y externas, conformando una teoría coherente con los postulados de la cibernética moderna.

En conclusión, los principios de la cibernética aplicados a la psicología, tomando como base la contribución de Piaget, ofrecen una valiosa perspectiva que permite analizar el desarrollo cognitivo y emocional humano como un sistema adaptativo de información y control, donde la inteligencia opera como un mecanismo regulador en búsqueda constante de equilibrio ante los desafíos que plantea el cambio. Esta integración entre cibernética y teoría del desarrollo humano no solo ha enriquecido nuestro entendimiento de la conducta, sino que también ha allanado el camino para nuevas exploraciones en el vasto y complejo campo de la psicología.

 

 

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