domingo, 9 de julio de 2023

El papel de la noción de equilibrio en la explicación en psicología



Casi todas las escuelas psicológicas utilizan la noción de equilibrio y le asignan un papel en la explicación de las conductas. Por ejemplo, P. Janet invocaba esta noción en su teoría de las regulaciones afectivas y Freud también la utiliza en este ámbito. Claparéde consideraba a la necesidad como la expresión de un desequilibrio y la satisfacción como el indicio de una reequilibración. Para él, la sucesión de conductas se presentaba como una serie de desequilibrios momentáneos y restablecimientos de equilibrio. La teoría de la Gestalt ha ampliado esta forma de interpretación a las estructuras cognitivas (percepción e inteligencia) y K. Lewin la ha desarrollado en psicología social, principalmente mediante la utilización de la teoría de los grafos. Las teorías del aprendizaje y del condicionamiento también se enfrentan al problema del equilibrio en relación con la estabilización de las conductas. En cuanto a la teoría del desarrollo en general, hemos recurrido constantemente a la noción de equilibrio para explicar la génesis de las estructuras operatorias y el paso de las regulaciones preoperatorias a las operaciones propiamente dichas.


Por lo tanto, se plantean dos grandes problemas con respecto a la noción de equilibrio: 1) lo que explica esta noción o el papel de este concepto en la explicación psicológica, y 2) cómo se explica el equilibrio en sí mismo, es decir, cuál es el modelo más adecuado para explicar un proceso de equilibración.


Vamos a examinar estos dos problemas sucesivamente. Sin embargo, para evitar malentendidos y adelantándonos un poco a la segunda parte de nuestra exposición, queremos dejar claro desde este momento que no entendemos el equilibrio psicológico como una balanza de fuerzas en un estado de reposo, sino que lo definimos de manera más amplia como la compensación debida a las actividades del sujeto en respuesta a las perturbaciones externas. Por lo tanto, el equilibrio así definido es compatible con la noción de sistema abierto, y consideramos más adecuado hablar de un "estado estable en un sistema abierto", como ha señalado L. v. Bertalanffy. Sin embargo, preferimos utilizar la palabra "equilibrio", ya que implica la idea de compensación. Queremos enfatizar firmemente que la perturbación externa solo puede ser compensada mediante actividades. El máximo equilibrio no corresponderá a un estado de reposo, sino a un máximo de actividades del sujeto que compensarán tanto las perturbaciones actuales como las perturbaciones virtuales. Esto es especialmente relevante en el caso de los sistemas operatorios del pensamiento, donde el sujeto alcanza el equilibrio en la medida en que es capaz de anticipar las perturbaciones representándolas a través de operaciones "directas" y compensándolas de antemano mediante la intervención de operaciones "inversas".

Lo importante en la explicación en psicología no es el equilibrio como estado, sino el proceso mismo de equilibración. El equilibrio es simplemente un resultado, mientras que el proceso tiene un mayor poder explicativo.


A continuación, nos centraremos en los mecanismos cognitivos, prescindiendo de los factores afectivos (motivación), no porque sean irrelevantes, sino simplemente para limitarnos a lo que hemos estudiado.


En cuanto a lo que explica la noción de equilibrio, debemos destacar que el equilibrio no es una característica externa o añadida, sino una propiedad intrínseca y constitutiva de la vida orgánica y mental. Una piedra, en relación con su entorno, puede encontrarse en estados de equilibrio estable, inestable o indiferente, y esto no modifica su naturaleza. Por otro lado, un organismo presenta múltiples formas de equilibrio en relación con su entorno, desde el equilibrio postural hasta la homeostasis, y estas formas son esenciales para su vida. Por lo tanto, se trata de características intrínsecas, y los desequilibrios duraderos constituyen estados patológicos, tanto orgánicos como mentales.


Además, en el organismo existen órganos esenciales para el equilibrio. Lo mismo ocurre en la vida mental, donde los órganos de equilibrio están constituidos por mecanismos reguladores especiales. Estos mecanismos reguladores operan en todos los niveles, desde las regulaciones elementales de la motivación (necesidades e intereses) hasta la voluntad en el ámbito de la vida afectiva, y desde las regulaciones perceptivas y sensoriomotoras hasta las operaciones propiamente dichas en el ámbito de la vida cognitiva. Observaremos que el papel de las operaciones consiste en anticipar las perturbaciones modificando cualquier sistema representativo y compensarlas mediante la reversibilidad total que caracteriza a los mecanismos operatorios, en contraposición con la semirreversibilidad de las regulaciones en niveles anteriores.


La consideración de los problemas de equilibrio es, por lo tanto, indispensable en las explicaciones biológicas y psicológicas. No insistiremos en esta necesidad en lo que respecta a las teorías del aprendizaje, ya que es evidente una vez que se caracteriza el aprendizaje como una modificación duradera y equilibrada del comportamiento en función de las adquisiciones derivadas de la experiencia. Sin embargo, es importante destacar que los modelos actuales del aprendizaje no necesariamente se aplican a las adquisiciones cognitivas superiores, y el aprendizaje es solo uno de los aspectos del desarrollo, entre muchos otros. Por lo tanto, preferimos partir del terreno del desarrollo para abordar estas cuestiones.


La teoría del desarrollo se encuentra, desafortunadamente, mucho menos desarrollada que la teoría del aprendizaje debido a la dificultad fundamental de separar los factores internos (maduración) de los factores externos (acciones del entorno). Sin embargo, esta misma dificultad resulta instructiva para nosotros, como veremos. Los tres factores clásicos del desarrollo son la herencia, el entorno físico y el entorno social. Sin embargo, nunca se ha observado una conducta que sea simplemente el resultado de la maduración sin ningún elemento de ejercicio, ni una acción del entorno que no se relacione con estructuras internas.


La situación es similar en biología: no existe un genotipo, incluso en un cultivo puro, que no se manifieste en diversos fenotipos (ya que el genotipo es lo que es común a todos los fenotipos correspondientes y no constituye una realidad que pueda colocarse en el mismo nivel que los fenotipos), y no existe ningún fenotipo que no esté relacionado con un genotipo (o una combinación de genotipos). Teniendo en cuenta esta interacción fundamental entre los factores internos y externos, se puede afirmar que toda conducta es una asimilación de lo dado a los esquemas previos (con diferentes grados de profundidad, incluyendo los esquemas hereditarios) y, al mismo tiempo, una acomodación de estos esquemas a la situación actual.


De esto se desprende que la teoría del desarrollo necesariamente recurre a la noción de equilibrio, ya que toda conducta tiende a lograr un equilibrio entre los factores internos y externos, o más generalmente, entre la asimilación y la acomodación.


Pero aún hay más. El factor de equilibrio debe considerarse, en realidad, como un cuarto factor que se suma a los tres precedentes (de maduración y de medio físico o social). Este factor no se añade aditivamente, puesto que actúa a título de coordinación necesaria entre los factores elementales, ninguno de los cuales es aislable. Pero constituye un cuarto factor, en primer lugar porque puede ser analizado de una forma relativamente autónoma. Esta autonomía no significa, por tan.o, que sea independiente de los otros tres, puesto que hay una continua interferencia, sino que admite formas de interpretación propias basadas en consideraciones puramente probabilistas. Por ejemplo, a pesar de que el segundo principio de la termodinámica se aplica a los fenómenos vitales (y Bertalanffy ha demostrado que esto no era contradictorio ni con la noción de un sistema abierto ni con la creciente diferenciación de las estructuras orgánicas), no se podrá considerar el aumento de la entropía ni como un mecanismo innato ni como una adquisición (física o, primordialmente, social): se tratará de una forma particular de causalidad estática o probabilista, basada en la misma interdependencia de los fenómenos. Sin duda las explicaciones de este tipo son más arbitrarias que las que provienen de la causalidad clásica lineal, pero serán independientes del análisis según los tres factores anteriores. 

Sin embargo, se puede plantear una objeción importante. Al afirmar que el desarrollo consiste en una progresiva equilibración, nos enfrentamos a la dificultad de que este desarrollo parece ser una sucesión de estados inestables, incluso en las series genéticas donde los estados estables son excepcionales. Por lo tanto, se podría argumentar que la explicación basada en el equilibrio abarca solo un ámbito muy limitado, que se reduce principalmente a las estructuras lógico-matemáticas. Estas estructuras, una vez construidas, permanecen estables a lo largo de la vida. Por ejemplo, la serie de números enteros y las estructuras lógicas de clases, relaciones y proposiciones no se modifican en el individuo, aunque puedan integrarse en estructuras más complejas. Estas estructuras, con sus fundamentos en la vida mental y sus manifestaciones en la vida social, representan sorprendentes modelos de equilibrio tanto en la historia como en el desarrollo individual.


Por lo tanto, se podría suponer que la noción de equilibrio cognitivo solo se aplica a casos específicos, en contraste con la gran cantidad de procesos intelectuales que se encuentran en un constante desequilibrio. Cada problema teórico o práctico revela la existencia de una brecha o desequilibrio que necesita ser resuelto.


Pero la objeción solo es válida en el caso de que se dé una cierta interpretación limitada de las operaciones lógico-matemáticas, considerándolas tardías y de aplicación limitada. Sin embargo, ocurre algo totalmente distinto si reconocemos que estas operaciones representan el final de un proceso general de equilibración a partir de estructuras prelógicas (regulaciones sensorio-motrices, perceptivas y representativas de nivel preoperatorio), aunque parcialmente isomorfas a la lógica.


Por lo tanto, existen dos posibles interpretaciones psicológicas de las estructuras lógico-matemáticas. Según la primera interpretación (de inspiración empirista), estas estructuras se originan a partir de coordinaciones creadas posteriormente y se aplican a contenidos descubiertos de forma independiente. En primer lugar, se elaboraría un conjunto de conocimientos adquiridos a través de la percepción, etc., sin involucrar el ejercicio de ninguna lógica. Luego, en segundo lugar, intervendrían las coordinaciones lógico-matemáticas en relación a estos contenidos previos. Según la segunda interpretación (de inspiración racionalista o dialéctica), sería imposible descubrir cualquier contenido sin una estructuración que tenga al menos un isomorfismo parcial con la lógica. En este caso, las estructuras lógico-matemáticas, junto con las estructuras prelógicas y prematemáticas que son sus primeros esbozos, serían instrumentos para adquirir conocimientos y no solo coordinaciones posteriores.


Entonces, podemos observar las consecuencias de estas dos formas de interpretación en relación al problema del equilibrio. Según la primera interpretación, las estructuras lógicas, al ser consideradas como coordinaciones tardías y provenientes de procesos ajenos a la formación del conocimiento, explican su propio equilibrio. En este caso, la noción de equilibrio estaría subordinada a la de estructura coordinadora y perdería su valor explicativo. Por otro lado, de acuerdo con la segunda interpretación, las estructuras lógicas serían el resultado de una progresiva equilibración de las estructuras prelógicas que las preceden, y es esta equilibración en sí misma la que explicaría la transición de unas estructuras a otras, y principalmente la formación y finalización de las estructuras lógico-matemáticas.


Sin embargo, todas nuestras investigaciones realizadas a lo largo de los años han demostrado no que lo lógico esté presente en todas partes, lo cual sería absurdo, sino que existen estructuras en todos los niveles que esbozan la lógica y que, a medida que se equilibran progresivamente, culminan en las estructuras lógico-matemáticas. A partir de los esquemas sensorio-motrices, encontramos preformaciones que anuncian las clasificaciones, las relaciones y las inferencias (como la transitividad, entre otras), y desde la percepción se distinguen estructuras similares. Esta idea se refleja en el resurgimiento de la perspectiva de Helmholtz, que se evidencia en la teoría del nuevo enfoque de Bruner y Postman, la teoría de la transacción, entre otras.

En nuestro Centro de Epistemología Genética de Ginebra, nos hemos planteado, entre muchas otras cuestiones, si existe una frontera definida y estable en el individuo entre la constatación y la inferencia. Hasta ahora, no hemos logrado encontrar una constatación pura que sea anterior a cualquier estructura lógica o prelógica.


Por ejemplo, al presentar a varios niños de diferentes niveles dos filas de fichas paralelas pero de longitud desigual, con o sin rasgos que relacionen los elementos de una fila con los de la otra, se observa que la percepción de la igualdad de ambas colecciones (en una presentación rápida) varía según el nivel de desarrollo. Dependiendo de si el sujeto ya posee un esquema de correspondencia y del grado de elaboración de ese esquema, la percepción se ve modificada mediante lo que podríamos llamar "preinferencias", similares a las que Helmoltz ya había mencionado.


Así pues, es en el ámbito de la percepción y dentro de sus propios mecanismos donde nuevamente encontramos el problema de distinguir lo dado y los elementos inferenciales que permiten interpretarlo.

En resumen, las estructuras lógicas están prefiguradas a todos los niveles por estructuras más débiles pero parcialmente isomorfas, que actúan como sus esbozos. Estas estructuras esbozo son semirreversibles y presentan una compensación solo aproximada, a diferencia de las estructuras lógicas que son completamente reversibles y logran un equilibrio permanente a través de la compensación exacta entre las operaciones directas e inversas.


El proceso genético que caracteriza la formación de las estructuras lógicas implica que las estructuras reversibles están preparadas por un conjunto de estructuras semirreversibles, que son las retroacciones y anticipaciones sensorio-motrices. Estas estructuras semirreversibles permiten una gradual equilibración que finalmente lleva a la reversibilidad lógica. Los feedbacks o reaferencias ya constituyen procesos de equilibración que prefiguran la reversibilidad, y las anticipaciones resultantes de estas retroacciones preparan la movilidad operatoria. La combinación de retroacciones y anticipaciones forma un esbozo de las operaciones reversibles, que se logran cuando las compensaciones son completas y permanentes de manera simultánea.

En resumen, el desarrollo de las funciones cognitivas implica una sucesión de etapas en las cuales las estructuras operatorias o lógicas se van finalizando gradualmente, comenzando desde las primeras etapas. Este desarrollo se caracteriza por un proceso de equilibración, en el cual la diferencia entre las estructuras prelógicas y lógicas está relacionada con el grado de reversibilidad alcanzado y la completitud de las compensaciones involucradas. El equilibrio no es un fenómeno binario, sino que existen múltiples grados de reversibilidad desde las regulaciones más elementales.


Por lo tanto, la noción de equilibrio desempeña un papel central en la explicación del desarrollo de las funciones cognitivas. Sin embargo, el desafío persiste en la explicación de la transición de estructuras menos equilibradas e inestables (como las sensorio-motrices y perceptivas) hacia formas superiores equilibradas (como las operaciones lógicas). Este desafío nos lleva a explorar la explicación del propio equilibrio en el desarrollo cognitivo.

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